Crónica 1ª Expedición Castellano manchega al Everest

Martes 17 de mayo de 2006, 5.45 de la mañana Juan José Buendía Muñoz y Óscar Cardo Briones acompañados por el serpa Mingma alcanzan la cumbre del Everest por la ruta norte, a las 9 alcanza también la cumbre Raúl Checa Chumillas acompañado por los serpas Temba y kami., día 18 de mayo, todos se encuentran sanos y salvos en el campo base. Se había cumplido un sueño habíamos alcanzado la cumbre del mundo, el mítico Everest.

Parece que fue ayer cuando en clase de educación física me disponía alanzar el balón medicinal, que mas que balón a mi me parecía una bola de 100kg de las que levantan los aizcolaris vascos, cuando mi profesor recogió la cinta métrica “Profesor que falto yo” le dije, “si, es que a ti te mido a palmos”, hay frases que marcan una vida, y esta es una de ellas, yo era pequeño y flaco con 13 años recién cumplidos, ahora sigo siendo pequeño y flaco, pero he subido al Everest, desde aquel día en el gimnasio del instituto Alfonso VIII empecé a entender que me daba igual lo que dijeran los demás lo había pasado muy mal haciendo el ridículo delante de toda la clase y no iba a volver a pasarlo mal, con el tiempo encontré las armas para conquistar mi cumbre personal , y llegué a la conclusión de que el que quiere algo de verdad a base de voluntad y trabajo lo consigue.

Siendo realistas hay metas que no solo a base de voluntad se alcanzan como son las expediciones, para ello hace falta tener suerte y estar rodeados de amigos, como lo he estado yo arropado en todo momento por el Dolomía, mi amado club de montaña. Gracias al Dolomía y con el Dolomía subimos en el año 97/98 al Aconcagua cuando nadie daba un duro por nosotros, del mismo modo pasó en picos como el Mac-kinley, Cho-oyu y por fin el Everest, en este último la diferencia estaba en que no solo nadie daba un duro por nosotros sino que nosotros mismos, al menos yo, tampoco lo daba.

Por fin El Everest, todos teníamos ese sueño pero eso era un sueño hasta que Rome y Paco desde la federación de deportes de montaña de CLM decidieron hacerlo realidad.

Decía nuestro presidente Paco Durán en la rueda de prensa en la que se presentó la expedición que “Castilla-La Mancha había decidido entrar en el montañismo por la puerta grande y para ello iríamos al Everest y por la cara norte” yo lo veía una locura sobre todo por la dificultad o más bien longitud de la ruta y sabía que si no íbamos por la sur era por el dinero ya que la diferencia entre la ruta normal sur y la norte es del doble entre una y otra, pero a veces me pregunto si Paco no diría de verdad lo de querer entre en el Everest por la puerta grande.

La expedición se puso en marcha un año antes de salir estaba el equipo hecho, pero la realidad es que se montó la expedición en cuatro o cinco meses, un tiempo record para este tipo de salidas al campo, las cosas que dejamos a medias tuvimos que solventarlas sobre la marcha.

El problema de ir a estas grandes montañas y en especial el Everest es que te dejan marcado para siempre, las experiencia que vives en estos lugares son experiencias vitales en las que constantemente se desata una lucha en tu interior entre el instinto de supervivencia y la razón, allí la principal preocupación es la de mantener el mejor estado de salud posible para conseguir la cumbre y salir intacto de ella.

Poco antes de salir tuve la idea de leer el diario que cuidadosamente escribí durante la expedición del año 2000 al Cho-Oyu en él se refleja en la mayoría de sus páginas sufrimiento, tristeza, miedo y una conclusión muy clara y en letras mayúsculas: “NO VUELVO A UN INFIERNO COMO ESTE”, ¡y estaba a punto de volver! Pero como he dicho antes hay frases que marcan una vida, y frases que marcan una expedición, todos los que hemos ido de expedición hemos dejado todo nuestro quehacer cotidiano en manos de otras personas, en mi caso, yo dejaba toda mi vida aquí en las mejores manos posibles, mis hijos Juan e Inés de 3 y 2 años respectivamente y mi amada compañera de fatigas Olga, ellos son mi vida. La frase que marcó para mi esta expedición fue la que Olga me dijo un día antes de marcharme “ya que los demás vamos a trabajar y vamos a “sacrificarnos” por ti al menos pásatelo bien”. Estas palabras empezaron a repetirse en mi mente comenzaron siendo un eco para seguir siendo una intención continuar en forma de firme propósito y acabaron siendo un modo de vida, tengo que decir con toda la claridad del mundo que he disfrutado de esta expedición con todas mis fuerzas desde el primer momento hasta el Último, desde el aeropuerto hasta la cumbre desde el autobús hasta las cuerdas fijas. En la expedición del Dolomía al Cho-Oyu en la cual tuve la suerte de hacer cumbre, cada vez que teníamos que hacer un porteo o subir a aclimatar me sentía como oveja que va al matadero y no digamos el día de cumbre, en el Everest contaba las horas y los minutos para poder subir al Collado Norte 7.070m, por una inmensa y preciosa pared de hielo que lejos de repelerme lo que hacía era atraerme como un imán.

Siento defraudar a los que esperaban un artículo técnico sobre aclimatación estrategias de ataque alimentación o preparación física, de eso podemos hablar en cualquier momento incluso en el número siguiente de esta revista, si después de este artículo los redactores aún me admiten otro. A la pregunta ¿cómo se sube un ochomil?, la mejor respuesta es la que un gran montañero pero por encima de todo gran compañero, Raúl Checa diría: “CampoI, CampoII, CampoIII, Cumbre y para abajo, Oscar con el que simplemente llevándolo a tu lado cualquier montaña se hace fácil sería más práctico, para él lo importante es el día a día, cada día cumplir con el objetivo propuesto y en resumen esa es también mi filosofía, en cada momento hay que hacer lo que debes como ordenar la tienda con todo el material, descansar comer beber y subir cuando toque. Ante todo nunca abandonarse. Lo realmente difícil de subir al Everest no es el día de cumbre, si es peligroso, pero lo realmente difícil es plantarse a 8.300m en condiciones de afrontar la cumbre con garantías de alcanzarla y bajar con vida.

Permitirme que os cuente qué hacen 7 personas con equipo de montaña que les hacen abultar el doble a 8.300m hacinados en media tienda North-Face V-25 y digo media tienda por que al estar montada sobre una pendiente lo único que te impedía no caerte hacia la lona inferior era el “desdichado” que tenias debajo. Llegamos al campo III 8.300m del Everest en la ruta normal de su cara norte a las 13 horas las condiciones meteorológicas eran inmejorables, 20km/h de viento sol esplendido y nieve dura a nuestros pies, unos -15ºC que pasarían a ser -30º a la puesta del Sol. La estrategia estaba muy clara, un ataque a cumbre lo más ligero y rápido posible, para ello al campo III solo subimos un saco de dormir por si alguno tenía problemas pero confiábamos en pasar unas cuantas horas aprovechando el calor humano y los equipos de plumas de ataque a la cumbre, así fue desde la 1 de la tarde nos dedicamos a hacer agua, mejor dicho creo que fue la primera vez en la que los tres componentes de Cuenca nos dedicamos a beber agua, y es que contábamos en la vanguardia de nuestra ascensión con el serpa Mingma, un jovencito de unos 23 años que estuvo unas 7 horas derritiendo nieve y dedico la última hora a descansar, compartíamos la tienda con los serpas Kami, Temba y Rengi, este último no pudo intentar la cumbre al ir bastante justo de fuerzas y con problemas en una rodilla. Como ya os he dicho toda esta gente unida a las mochilas y a los equipos de oxígeno que a esta altitud ya estábamos usando al flujo mínimo y con intención de no mermar fuerza alguna para el día siguiente, o mejor dicho para dentro de un rato, y es que la hora prevista de salida serían las 10 de la noche, se dice que hay que madrugar para llegar a cumbre y en España nos habían aconsejado no salir más tarde de las 12 de la noche, pues eso hicimos, además no queríamos llegar tarde al segundo escalón y tener que esperar el turno de subida por una única cuerda, tres días antes una montañera turca permaneció colgada en una cuerda en medio del 2º escalón, tardaron tres horas en rescatarla, con lo que todo aquel que llego al segundo escalón detrás de ella no pudo hacer cumbre ese día, esto no queríamos que nos pasara a nosotros con lo cual en vista de que bastantes expediciones se disponían a atacar esa misma noche decidimos ser de los primeros en hacerlo.

Esa tarde a pesar de estar acompañado y literalmente estrujado por la espalda de Raúl a la vez que yo me sentaba sobre las piernas de Óscar, hubo momentos de soledad y de saber que por encima del campo III aunque se vaya en equipo el mayor enemigo de la cumbre es nuestro propio instinto de supervivencia que de vez en cuando intenta hacernos reflexionar sin saber que en nuestro caso tenia la causa perdida. Óscar y yo decidimos no comer nada solo beber leche, colacao un poco de caldo y agua con sales minerales, Raúl, naturaleza salvaje, aun se metió un plato de macarrones que al parecer le sentaron bastante bien, porque no paraba de hablar a pesar de la máscara de oxígeno y es que me da a mí la sensación de que este muchacho no lo necesitaba. Cayó la noche y a pesar de Raúl, Óscar consiguió dormir un poco yo lo intenté y los serpas igual por fin desde las 8 hasta las 9 reinó el silencio en el campo III, a las 9:30 comenzaron a oírse ruidos en el exterior y a verse luces, no podía ser la gente ya estaba saliendo, había nevado dulcemente sobre el Everest esa tarde y le viento era de cero por hora, el “día” perfecto. Con toda la rapidez que pudimos salimos al exterior de las tiendas en las puertas de otras tiendas, ya se veía gente dispuesta a salir, no podía ser se iban a adelantar, pasados 15 minutos no habíamos salido todavía así que nos ayudamos unos a otros a ponernos el equipo y a repasar que todo estuviera en orden, y salimos disparados empezamos la ascensión con fuerza y con sorpresa porque ¡la gente que ya estaba preparada en la puerta de las tiendas desde hacía media hora no se había movido!

Salimos del Campo III (8.300m) a las 22.30 de la noche con luna llena, nos costó un buen rato encontrar la cuerda fija pues la nieve caída esa noche la había tapado, avanzamos abriendo huella por una nieve recién caída de unos 10 cm y al media hora volví la cabeza y vi que las figuras de hielo que posaban delante de sus tiendas habían tomado vida y llevábamos detrás de nosotros un ejército de unas 40 luces que seguían nuestros pasos, estos momento es cuando apretamos el ritmo para llegar los primeros al segundo escalón, se hicieron dos grupos en la expedición Óscar y yo acompañados por el serpa Mingma y por otro lado un poco más lentos pero con buen ritmo de progresión Raúl con los serpas Kami(cumbre el año pasado) y su hermano Temba.

La cuesta se empinaba y se hacía dura toda la lentitud que habíamos mostrado en las aclimataciones y los dichos esos de hay que empezar como un viejo para acabar como un joven ahora no tenían sentido, en esta altitud velocidad es sinónimo de seguridad. Y eso hicimos correr como nunca lo habíamos hecho en otra montaña, jadeando a cada paso pero sin dejar de andar y de trepar.

El esfuerzo disminuyó cuando alcanzamos la arista cimera, nos quedaban los tres escalones y la pirámide de la cumbre. Lo difícil de la arista es el estrecho camino por el que se debe transitar, un pequeño resbalón puede dar con tus huesos a 4.000m mas abajo en el glaciar del Rongbuk, pero al menos se va llaneando, el primer escalón al que nadie le da importancia es un auténtico obstáculo selectivo en el que hay que trepar algún que otro tramo pero que se caracteriza mas por su altura y continuidad que por su dificultad, sirve en mucho de los casos para que la gente que va más justa de fuerzas se dé la vuelta ante tal obstáculo. Tras recuperarnos un poco del esfuerzo del primer escalón sin parar de andar seguimos hacia el segundo, progresábamos como un solo hombre los tres al mismo ritmo con una concentración absoluta en el ritmo y en evitar los resbalones aunque llevábamos en prácticamente toda la ruta un mosquetón enganchado a la cuerda fija.

Afortunadamente para mí el frontal que yo llevaba se quedó sin pilas antes de alcanzar la arista así que decidí seguir con la luz de la luna y reservé la pila que me quedaba de repuesto para el segundo escalón, los 20 minutos que empleé en subirlo fue lo que aguanto la nueva pila, después no sé donde fue a parar el frontal pero al bajar ya no lo llevaba.

¡El mítico segundo escalón! Óscar tuvo la cortesía, como hizo durante toda la ruta de a pesar de estar más fuerte que yo dejarme ir el primero, ante esta responsabilidad no quería que mis compañeros se enfriaran o tuvieran que esperar mucho, trepé la primera parte con bastante poco estilo, poniendo las rodillas en los salientes y agarrándome a lo que podía para subir con rapidez en la mitad del segundo escalón tuve que parar, me ahogaba, me ardían los pulmones y era imposible respirar, parecía un pez fuera de agua boqueando sin conseguir que el aire inundara mi cuerpo, lo primero que hice tras hincar las rodillas en la nieve en el descanso que te da la pared, fue quitarme violentamente la máscara de oxígeno, ¡por fin aire fresco!, pero a las tres respiraciones la razón empezó a funcionar y de inmediato me puse otra vez la máscara, empecé a respirar despacio y profundamente y comencé a volver a la normalidad, unos 5 minutos más tarde ya transitaba por la escalera que hay instalada en la última parte y salía otra vez a la arista pensando si George Mallory podría haber escalado aquello, llegue a la conclusión de que si pero bueno eso es solo una opinión.

Pasados 40 minutos el primer grupo andábamos ligeros en dirección al tercer escalón (8650m), este si fue mas fácil de franquear, por el medio y con el ánimo de ver la cumbre tan cerca apenas nos costó esfuerzo, ya solo quedaba la pirámide somital, un cerro de unos 200m de altitud parecido al Cerro Socorro de nuestra ciudad. ¡Ya está!, eran las cinco de la mañana y estábamos a una hora escasa de la cumbre, ya esta me decía algo en mi interior, yo me resistí a asumir como mía esa afirmación pues hasta que no tuviera el pie en la cima no me iba a relajar, en esta debate me encontraba yo cuando por fin me dije “venga hombre tomate un respiro que ya está la cumbre, en hora buena” no hacía 5 segundos que me había dejado convencer por la euforia cuando un compañero montañero que estaba sentado desde hacía varios años a unos 3 metros a mi izquierda se encargó de recordarme “ ¿que ya está?, eso pensaba yo y mira donde estoy.” Esto me hizo concentrarme plenamente de nuevo en cada paso que daba a la vez que el miedo empezaba a agarrarse en mi pecho. Oscar rompió el embrujo del momento diciéndome vamos un poco más despacio que si no vamos a llegar de noche a la cumbre así que nos relajamos y subimos lentamente, la última pirámide no es una pala de nieve sin más, esta tiene la travesía más peligrosa estrecha y expuesta de toda la ruta que se hace interminable hasta que por fin al salir de la travesía a escasos cincuenta metros aparece la cumbre, por fin a las 5:45 de la madrugada del día 17 de mayo y conforme amanecía en el horizonte llegamos a la cumbre del Everest.

Los lectores más pícaros por así llamarlos se preguntarán ¿quien llegó el primero?, creo que hay que dejarse de este tipo de tonterías y polémicas, no obstante podríamos darle misterio a la cosa no diciendo nada o decir cosas entre líneas, pero la realidad es que los dos nos paramos para dejar pasar al otro el primero a la cumbre, y tras una breve discusión en la que los dos cedimos el paso entramos en la cumbre abrazados al unisonó.

La cumbre del Everest es bastante estrecha, una pequeña planicie de hielo de 4x2, desde ella se pueden contemplar un montón de montañas entre las que yo solo pude reconocer al Pumori, el Cho-oyu, el Lotse y el Nurse, el sisha pagma, el nupse, nunca fui un experto identificando los picos del horizonte, si que disfruté viendo la ultima parte de la ruta que sube por el lado sur que tantas veces había visto en documentales. El glaciar del rongbuk se ve en toda su longitud. También tuvimos oportunidad de ver como otros montañeros pasaban por los escalones que unas horas antes habíamos pasado antes.

Empleamos unos 45 minutos en la cumbre, no fueron especialmente alegres nos dedicamos a hacer fotografías y a contemplar el paisaje pero tanto tiempo sin oxigeno me hicieron empezar a tener frio y además no me podía quitar de la cabeza que aún no habíamos bajado.

Comenzamos el descenso con bastante concentración y rapidez y nos encontramos al cabo de una hora con Raúl, ¡ya estaba en la pirámide final! si aguantaba en una hora estaría en la cumbre, uno de los serpas nos hacía señas de que iba así y mejor que se bajara con nosotros pero ninguno de nosotros tuvo dudas, iba sobrado para alcanzar la cumbre así que le dimos ánimos para que subiera y él nos rogó precaución en la bajada, alcanzó la cumbre alrededor de las 9 de la mañana (el mejor horario previsto por la expedición lo habríamos firmado donde fuera).

Del resto del descenso queda poco que hablar, sí que me gustaría reseñar y pediros una reflexión sobre las colas del Everest, En la cima del segundo escalón a las 9 de la mañana aproximadamente tuvimos que hacer una hora y media de cola esperando a que unos cuantos montañeros que aún subían a cumbre ascendieran por la misma cuerda por la que tendríamos que bajar. ¿Qué habría ocurrido si en lugar de hacer un día esplendido y un sol de justicia se prepara allí una buena tempestad? A veces el que haya gente contigo escalando una montaña tiene sus ventajas, pero puede convertirse en una trampa mortal, en fin en nuestro caso al menos en el mío sirvió para echar una cabezadita mientras esperaba mi turno porque nunca se sabe cuándo vas a poder volver a dormir.

Llegamos a las dos de la tarde aproximadamente al campoII tras recoger algunos enseres personales del campoIII y continuar el descenso, allí esperamos noticias de Raúl y por fin nos enteramos a través de los serpas de que estaba en el campo III y que seguramente continuaría el descenso hasta el campoII, así que más tranquilos decidimos ir a cenar al campo base.

La cumbre por fin era nuestra, esa fue lo primero que pensamos cuando dejamos tras de nosotros la última cuerda de la pared que lleva al collado norte, se acabó el riesgo ahora sí que teníamos la cumbre.

Me gustaría acabar ya este artículo para no cansarles, pero es imposible dejarlo sin hacer una breve reseña a la que fue nuestra segunda cumbre, el día 19 de mayo Óscar, Raúl, Jorge, Paco y yo subimos de nuevo a buscar a un montañero canadiense que no podía bajar por su propio pie, acejado de un grave edema cerebral, pulmonar y un agotamiento extremo, vamos un firme candidato para engrosar la alarmante cifra de 14 muertos que se han quedado este año en el Everest. Afortunadamente el rescate se llevó con éxito, se trabajó en equipo de forma muy coordinada y fue vital la fuerza y colaboración que Vince, el propio auxiliado, mostró, ahora según las últimas noticias ha dejado la alta montaña y se ha casado según sus palabras, ahora tiene otra motivación en su nueva vida.

Para finalizar quiero agradeceros a todos los que habéis hecho posible que se cumpla un sueño, mi sueño colaborando en él de mil formas, si os empezara a nombrar ocuparía otros cinco folios y además correría el riesgo de olvidar a alguien así que gracias a todos.

Juan José Buendía Muñoz
Participante en la primera expedición castellano-manchega al Everest.

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